Pág. 06 La Monja y el Traficante.

[Nota: Música de fondo antes de empezar a leer, para acompañar la lectura.

Al llegar a la casa rompí en llantos arrinconándome detrás de la puerta, no podía creer que había perdido a Charles y sin conocer los motivos. Entonces recordé sus palabras: «el baño, no te olvides del baño», me levanté de prisa y me conduje hacia esa parte de la casa y empecé a buscar minuciosamente cada esquina, cada detalle, detrás de la puerta, cerca del retrete, cuando de pronto sentí una loseta hueca le di unas cuantas palmadas para comprobar y efectivamente había algo. Me limpié las lágrimas y un estornudo me agarró desprevenida; tomé un martillo y empecé y dar pequeños golpes, no quería despertar a los vecinos, y encontré una pequeña caja color verde y contenía un sobre, dinero en efectivo y una foto del último cumpleaños de Charles en casa de sus padres. Lloraba sin consuelo hasta quedar profundamente dormida.

A la mañana siguiente un rayo de luz que se colaba por mi ventana hizo el papel de despertador; tomé una ducha, preparé chocolate, leí la prensa y no encontré nada relacionado a la muerte de Charles, lo cual me pareció bastante extraño. Busqué la caja y el sobre contenía una carta escrita por mi amado que yacía calcinado en una casa abandonada en medio del bosque. En ella decía:

«Querida Lucia: si estás leyendo esto es porque las cosas se han salido de control y no sucedieron como esperaba, en estos momentos se lo devastada que te encuentras pero debes ser fuerte. Sé que descuidaba muchos aspectos de nuestras vidas por el tipo de trabajo que hacía, del cual nunca te conté porque en mis planes no estaba involucrarte en este mundo en el cual yo me encontraba, tenía temor de cómo reaccionarias si te enterabas que tenias una relación con un traficante.

Eso explica mis rutinas, mis salidas no programadas, la discreción que te exigía que mantuvieras y el porque nunca te presenté a mis amigos, Lucia necesito que me perdones y entiendas que todo esto lo hice para protegerte. Te amo!” Charles.

En aquel momento después de leer la carta que el rompecabezas tomaba forma y mi grado de desesperación iba en aumento tal que ingresé al hospital porque no comía, mis días se mezclaban sin distinción y el recuerdo de Charles se convertía en mi sombra. En una de esas visitas a la capilla del hospital una tarde me encontré con una monjita que me hablaba de la bondad de Dios y de cómo puede sanar al más destrozado de los corazones y fue entonces cuando la idea de dejar mi nombre de pila por ser llamada “Sor Lucia”, no se convirtió en una opción sino en una necesidad.

Enlace Pág. 07 http://wp.me/p3baOg-en

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